domingo, 2 de agosto de 2015

En el día fuera del tiempo

Los mayas crearon un calendario que medía un giro al sol en 365 días, divididos en 13 lunas (meses) de 28 días cada uno, y UN día adicional denominado día verde, día que corregiría la alteración producida por el 29 de febrero en nuestro calendario gregoriano actual. Midiéndolo desde éste último, el año maya se extendería de julio a julio, específicamente desde el 26/7 al 24/7 del año siguiente. Es entonces que el 25/7 es un día que queda y que llaman “fuera del tiempo”. Los mayas utilizaban este día para la purificación del espíritu, para meditar, reflexionar, y sobre todo para preparar el alma para el siguiente año. Si bien no me considero especial seguidora o creyente de las tradiciones de esta civilización, hoy tomo este oportuno simbolismo que apareció en nuestro camino, ya que me dio una comprensión más profunda y le ofreció otro significado a los eventos que se desarrollaron en estos días.

Luego de cuatro fugaces e intensos días, mi querida abuela nos permitió preparar nuestras almas este 25/7 y nos observó despedirnos este 26/7.


Debería existir una norma cósmico-universal que no permitiese que ciertas llamas se extinguiesen de formas tan innecesariamente miserables. Cuando una vive la impotencia de ver a alguien amado ser tan descuidado en sus últimos momentos, no puede evitar sentir una gran indignación. Especialmente alguien que cuidó incondicionalmente a todo y todos, toda su vida. Fue esa indignación la que me llevó en un inicio a preguntarme y azorarme sobre por qué continuamos eligiendo perpetuar un estilo de vida tan lejano a nuestra potencialidad empática. Como comunidad humana, pareceríamos encontrarnos envueltos en tantas nimiedades burocráticas, que no hacen más que alejarnos diariamente de explorar (en todo su esplendor) el regalo de la vida que hemos recibido. Que nos mantienen pre-ocupados. Que no nos permiten plantar felicidad. Que aprisionan a nuestros niños y abandonan a nuestros viejos. Y que nos enferman a todos.

Si se reflexiona en términos de tiempo y forma, considero que el tiempo en que alguien se va de este plano material simplemente ES, no tendría sentido pelearse con el tiempo. Sin embargo, creo que la forma en la que uno se va si puede ser más o menos cuidada. En este caso, por razones que escaparon a todos nuestros esfuerzos y nos llenaron de impotencia, la forma en que ella vivió sus últimos días fue completamente descuidada.
Sin embargo, y a pesar de todo, la indignación pasa… El enojo pasa…
Porque si se mira con cierto detenimiento, se logra ver que la vida es sabia. Que la forma no fue la merecida, pero que el tiempo se encargó de que ésta no se prolongara más de lo necesario. El tiempo se encargó de que ella no sufriera ni se perdiera a sí misma en el proceso. Recordándonos en la marcha que si ella se negó a vivir aquel estilo de vida que mencionaba anteriormente, hasta su último suspiro, nosotros también podemos. Cuando nadie más lo hizo, el tiempo se encargó de cuidarla. ¿Qué otra opción nos queda allí que no sea aceptación amorosa?


La persona más significativa de mi vida siguió camino ese domingo. Enfrentándome no solo a la primera experiencia de pérdida de mi vida, sino a una pérdida de tal magnitud...

Algo que sólo podía suceder en un día fuera del tiempo.

Volvió a su Dios, a la conciencia colectiva, a la trama universal, al TODO. Y que afortunado el tejido galáctico de haberte recibido, de que hayas vuelto al origen, de haber recibido tal inyección de genialidad, de amor incondicional, de pureza de corazón, de inocencia, de asombro infantil y de pasión por la vida y por todo lo VIVO. Porque tú fuiste todo eso, y en todas las vidas que tocaste en tu recorrido por este mundo, dejaste una impronta única y clara.

Me enseñaste lo que es el amor incondicional. La entrega y el cuidado. Fui absolutamente privilegiada de haber sido tu nieta, de haber recibido tu cariño y de que me hayas permitido ofrecerte mi contención. Afortunada de haber experimentado un vínculo tan profundo y complejo, que sólo nosotras sabíamos comprender.

Me abraza una sensación cálida al recordar que nuestras últimas conversaciones, casi inadvertidamente, no fueron triviales sino sumamente trascendentales, sobre nuestro vínculo y sobre la vida. En ellas compartimos música; hablamos de dejar que el tiempo cure, y que el alma tenga la misma edad que la edad del cielo; nos propusimos convocar la CALMA.

Cuando ya no estuviste consciente y comprendí que estabas por partir, no pude hacer otra cosa que hacerte saber que te apoyaría en el camino que eligieras, cualquiera fuera éste. Y cuando llegó el momento, no pude hacer otra cosa que dejarte ir, no sin antes asegurarme de decir todo lo que quería que supieras. Si bien ya no estabas en ese cuerpo, se que desde algún lugar lo supiste escuchar y recibir.

...

Ahora nos toca aprender a vivir con el dolor, hasta que éste pase de ser ESO que está allí con nosotros permanentemente, a ser ESE ALGO MÁS que sigue allí, pero que aprendió a convivir con todo lo otro que viaja con nosotros también, en equilibrio.
Debemos aprender a navegar estas nuevas aguas en familia, aunque no sepamos aún cómo. Todos lidiamos con la pérdida a nuestra manera, tendremos que aprender a amoldarnos y salir adelante juntos.

La abu, mi 'superabu' como yo te llamaba, es eterna. Está en todo y en todos los que la quisimos. Ahora nos deja la enseñanza más compleja: aprender a vivir en su ausencia. ¿Cómo hacer eso? Supongo que… aprendiendo a reconocer su presencia en su ausencia.
Leí por ahí que el dolor demanda ser sentido… pues, bienvenido dolor...

Te quiero mucho, te adoro y te amo. Nos vemos en mis sueños.

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De entre las nuevas vivencias que ésta pérdida me ha ofrecido, hoy destacaría una de ellas: todos reaccionamos y nos relacionamos diferente ante la muerte. Estos días he recibido muchas expresiones de pésame, y en éstas he notado dos modalidades.
Por un lado, me encontré con aquellos que se muestran invadidos por la incomodidad de no saber qué decir. Algunos ofrecen un rápido pésame y huyen de la situación. Otros intentan ofrecer consuelo, pero irónicamente terminan siendo consolados por una misma. Y otros, quizás desde una incapacidad de conectar con lo que la muerte remueve en ellos y al encontrarse cara a cara con el duelo del otro, acuden a ofrecer lo que he denominado como “consejos no solicitados” (y generalmente no ajustados a lo que una está viviendo). Éstas personas ofrecen un largo monólogo, cargado de su propia afectividad, donde aconsejan cómo manejar el dolor, el duelo y la pérdida, pero sin escucharte realmente. Quizás algunos de sus consejos sean casualmente acertados, pero generalmente éste no es el caso.
Entonces, si puedo devolver algo hacia afuera, y comprendiendo que todos los que se acercan lo hacen desde un interés de ayudar y ofrecer consuelo, termine siendo éste ajustado o no, ofreceré yo hoy un “consejo no solicitado”.

Escucha. Si primero no escuchas qué está sintiendo el otro, cómo está viviendo su pérdida o qué significa ésta para éste, es muy difícil que puedas ofrecerle palabras de consuelo o consejos ajustados a lo que está necesitando en ese momento. Por más buena intención que poseas.

Es entonces que también me tomo un momento para agradecer a la familia de sangre y la familia de amigos, que en momentos como éste han sabido acompañar desde el corazón, la escucha y/o simplemente el silencio. Gracias por escuchar, abrazar, por preguntar “cómo te apoyo”, por darme la oportunidad de pedir lo que necesito y por ofrecer esas palabras tan acertadas que realmente necesitaba recibir. Esa unidad no se puede comprar, inventar ni forzar.



Música que ha sabido acompañado muy bien:
https://youtu.be/qy5Xo7HLlw0 – Hiatus Kaiyote: Tawk Tomahawk

Música que me ofrecieron:
https://youtu.be/2pr4GYQbHLI - Tool: Wings for Marie (Part 2)