Fechas de fin de año, si bien son bastante arbitrarias, coinciden con una baja en el estudio/trabajo y un poco más de "tiempo libre" que (con suerte) podemos usar para pensar y reflexionar acerca de aquello que vivimos y aprendimos en el año que se está yendo, y para proyectarnos a aquello que se viene en el futuro cercano. Personalmente, uno de mis platos favoritos son los desafíos, y este fragmento que les transcribí aquí abajo me planteó varios mensajes con los que conecté, así como otros tantos desafíos interiores a encarar en los tiempos venideros. Espero que les hable personalmente a ustedes también, y les aporte algo en sus reflexiones. Y sobre todo, ¡se viene otro año locura! ¡nos queda tanto por aprender aún y tantas aventuras por vivir! Espero que la pasen de fiesta y con aquellos con quienes comparten cariño, amor y respeto.
"Las enseñanzas de don Juan" de Carlos Castaneda. Fragmento de texto, en el que habla de los cuatro enemigos naturales que el hombre debe desafiar y vencer para volverse hombre de conocimiento.
"-Cuando un hombre empieza a
aprender, nunca sabe lo que va a encontrar. Su propósito es deficiente; su
intención es vaga. Espera recompensas que nuca llegarán, pues no sabe nada de
los trabajos que cuesta aprender.
“Pero uno aprender así, poquito a
poquito al comienzo, luego más y más. Y sus pensamientos se dan de topetazos y
se hunden en la nada. Lo que se aprender no es nunca lo que uno creía. Y así se
comienza a tener miedo. El conocimiento no es nunca lo que uno se espera. Cada
paso del aprendizaje es un atolladero, y el miedo que el hombre experimenta
empieza a crecer sin misericordia, sin ceder. Su propósito se convierte en un
campo de batalla.”
“Y así ha tropezado con el
primero de sus enemigos naturales: ¡el miedo! Un enemigo terrible: traicionero
y enredado como los cardos. Se queda oculto en cada recodo del camino,
acechando, esperando. Y si el hombre, aterrado en su presencia, echa a correr,
su enemigo habrá puesto fin a su búsqueda”.
-¿Qué le pasa al hombre si corre
por miedo?
-Nada le pasa, sólo que jamás
aprenderá. Nunca llegará a ser el hombre de conocimiento. Llegará a ser un
maleante, o un cobarde cualquiera, un hombre inofensivo, asustado; de cualquier
modo, será un hombre vencido. Su primer enemigo habrá puesto fin a sus ansias.
-¿Y qué puede hacer para superar
el miedo?
-La respuesta es muy sencilla. No
debe correr. Debe desafiar a su miedo, y pese a él debe dar el siguiente paso
en su aprendizaje, y el siguiente, y el siguiente. Debe estar lleno de miedo,
pero no debe detenerse. ¡Esa es la regla! Y llega un momento en que su primer enemigo se
retira. El hombre empieza a sentirse seguro de sí. Su propósito se fortalece.
Aprender no es ya una tarea aterradora.
“Cuando llega ese momento gozoso.
El hombre puede decir sin duda que ha vencido a su primer enemigo natural”
-¿Ocurre de golpe, don Juan, o
poco a poco?
-Ocurre poco a poco, y sin
embargo el miedo se conquista rápido y de repente.
-¿Pero no volverá el hombre a
tener miedo si algo nuevo le pasa?
-No. Una vez que un hombre ha
conquistado el miedo, está libre de él por el resto de su vida, porque a cambio
del miedo ha adquirido la claridad: una claridad de mente que borra el miedo.
Para entonces, un hombre conoce sus deseos; sabe cómo satisfacer esos deseos.
Puede prever los nuevos pasos del aprendizaje, y una claridad nítida lo rodea
todo. El hombre siente que nada está oculto.
“Y así ha encontrado a su segundo
enemigo: ¡la claridad! Esa claridad de mente, tan difícil de obtener, dispersa
el miedo pero también ciega”
“Fuerza al hombre a no dudar
nunca de sí. Le da seguridad de que puede hacer cuanto se le antoje, porque
todo lo que ve lo ve con claridad. Y tiene valor porque tiene claridad, y no se
detiene en nada porque tiene claridad. Pero todo eso es un error; es como si
viera algo claro pero incompleto. Si el hombre se rinde a esa ilusión de poder,
ha sucumbido a su segundo enemigo y será torpe para aprender. Se apurará cuando
debía ser paciente, o será paciente cuando debería apurarse. Y tonteará con el
aprendizaje, hasta que termine incapaz de aprender nada más.
-¿Qué pasa con un hombre
derrotado en esa forma, don Juan? ¿Muere en consecuencia?
-No, no muere. Su segundo enemigo
nomás ha parado en seco sus intentos de hacerse hombre de conocimiento; en vez
de eso, el hombre puede volverse un guerrero impetuoso, o un payaso. Pero la
claridad que tan claro ha pagado no volverá a transformarse en oscuridad y
miedo. Será claro mientras viva, pero ya no aprenderá ni ansiará nada.
-Pero ¿qué tiene que hacer para
evitar la derrota?
-Debe hacer lo que hizo con el
miedo: debe desafiar su claridad y usarla sólo para ver, y esperar con
paciencia y medir con tiento antes de dar otros pasos; debe pensar, sobre todo,
que su claridad es casi un error. Y vendrá un momento en que comprenda que su
claridad era sólo un punto delante de sus ojos. Y así habrá vencido a su
segundo enemigo, y llegará a una posición donde nada puede ya dañarlo. Esto no
será un error ni tampoco una ilusión. No será solamente un punto delante de sus
ojos. Ese será el verdadero poder.
“Sabrá entonces que el poder
tanto tiempo perseguido es suyo por fin. Puede hacer con él lo que se le
antoje. Su aliado está a sus órdenes. Su deseo es la regla. Ve claro y parejo
todo cuanto hay alrededor. Pero también ha tropezado con su tercer enemigo: ¡el
poder!”
“El poder es el más fuerte de
todos los enemigos. Y naturalmente, lo más fácil es rendirse; después de todo,
el hombre es de veras invencible. Él manda; empieza tomando riesgos calculados
y termina haciendo reglas, porque es el amo del poder.”
“Un hombre en esta etapa apenas
advierte que su tercer enemigo se cierne sobre él. Y de pronto, sin saber,
habrá sin duda perdido la batalla. Su enemigo lo habrá transformado en un
hombre cruel, caprichoso.”
-¿Perderá su poder?
-No, nunca perderá su claridad ni
su poder.
-¿Entonces qué lo distinguirá de
un hombre de conocimiento?
-Un hombre vencido por el poder
muere sin saber realmente cómo manejarlo. El poder el sólo una carga sobre su
destino. Un hombre así no tiene dominio de sí mismo, ni puede decir cómo ni
cuando usar su poder.
-La derrota a manos de cualquiera
de estos enemigos ¿es definitiva?
-Claro que es definitiva. Cuando
uno de estos enemigos vence a un hombre, no hay nada que hacer.
-¿Es posible, por ejemplo, que el
hombre vencido por el poder vea su error y lo corrija?
-No una vez que un hombre se
rinde, está acabado.
-¿Pero si el poder lo ciega
temporalmente y luego él lo rechaza?
-Eso quiere decir que la batalla
sigue. Quiere decir que todavía está tratando de volverse hombre de
conocimiento. Un hombre está vencido sólo cuando ya no hace la lucha y se
abandona.
-Pero entonces, don Juan, es
posible que un hombre se abandone al miedo durante años, pero finalmente lo
conquiste.
-No, eso no es cierto. Si se
rinde al miedo nunca lo conquistará, porque se asustará de aprender y no
volverá a hacer la prueba. Pero si trata de aprender durante años, en medio de
su miedo, terminará conquistándolo porque nunca se habrá abandonado a él en
realidad.
-¿Cómo puede vencer a su tercer
enemigo, don Juan?
-Tiene que desafiarlo, con toda
intención. Tiene que llegar a darse cuenta de que el poder que aparentemente ha
conquistado no es nunca suyo en verdad. Debe tenerse a raya a todas horas,
manejando con tiento y con fe todo lo que ha aprendido. Si puede ver que, sin
control sobre sí mismo, la claridad y el poder son peores que los errores,
llegará a un punto en el que todo se domina. Entonces sabrá cómo y cuándo usar
su poder. Y así habrá vencido a su tercer enemigo.
“El hombre estará, para entonces,
al fin de su travesía por el camino del conocimiento, y casi sin advertencia
tropezará con su último enemigo: ¡la vejez! Este enemigo es el más cruel de
todos, el único al que no se puede vencer por completo; el enemigo a que
solamente podrá ahuyentar por un instante.”
“Este es el tiempo en que un
hombre ya no tiene miedos, ya no tiene claridad impaciente; un tiempo en que
todo su poder está bajo control, pero también el tiempo en el que siente un
deseo constante de descansar. Si se rinde por entero a su deseo de acostarse y
olvidar, si se arrulla en la fatiga, habrá perdido el último asalto, y su
enemigo lo reducirá a una débil criatura vieja. Su deseo de retirarse vencerá
toda su claridad, su poder y su conocimiento.”
“Pero si el hombre se sacude el
cansancio y vive su destino hasta el final, puede entonces ser llamado hombre
de conocimiento, aunque sea tan sólo por esos momentitos en que logra ahuyentar
al último enemigo, el enemigo invencible. Esos momentos de claridad, poder y
conocimiento son suficientes.” "