Los
mayas crearon un calendario que medía un giro al sol en 365 días,
divididos en 13 lunas (meses) de 28 días cada uno, y UN día
adicional denominado día verde, día que corregiría la alteración
producida por el 29 de febrero en nuestro calendario gregoriano
actual. Midiéndolo desde éste último, el año maya se extendería
de julio a julio, específicamente desde el 26/7 al 24/7 del año
siguiente. Es entonces que el 25/7 es un día que queda y que llaman
“fuera del tiempo”. Los mayas utilizaban este día para la
purificación del espíritu, para meditar, reflexionar, y sobre todo
para preparar el alma para el siguiente año. Si bien no me considero
especial seguidora o creyente de las tradiciones de esta
civilización, hoy tomo este oportuno simbolismo que apareció en
nuestro camino, ya que me dio una comprensión más profunda y le
ofreció otro significado a los eventos que se desarrollaron en estos
días.
Luego
de cuatro fugaces e intensos días, mi querida abuela nos permitió
preparar nuestras almas este 25/7 y nos observó despedirnos este
26/7.
…
Debería
existir una norma cósmico-universal que no permitiese que ciertas
llamas se extinguiesen de formas tan innecesariamente miserables.
Cuando una vive la impotencia de ver a alguien amado ser tan
descuidado en sus últimos momentos, no puede evitar sentir una gran
indignación. Especialmente alguien que cuidó incondicionalmente a
todo y todos, toda su vida. Fue esa indignación la que me llevó en
un inicio a preguntarme y azorarme sobre por qué continuamos
eligiendo perpetuar un estilo de vida tan lejano a nuestra
potencialidad empática. Como comunidad humana, pareceríamos
encontrarnos envueltos en tantas nimiedades burocráticas, que no
hacen más que alejarnos diariamente de explorar (en todo su
esplendor) el regalo de la vida que hemos recibido. Que nos mantienen
pre-ocupados. Que no nos permiten plantar felicidad. Que aprisionan a
nuestros niños y abandonan a nuestros viejos. Y que nos enferman a
todos.
Si
se reflexiona en términos de tiempo y forma, considero que el tiempo
en que alguien se va de este plano material simplemente ES, no
tendría sentido pelearse con el tiempo. Sin embargo, creo que la
forma en la que uno se va si puede ser más o menos cuidada. En este
caso, por razones que escaparon a todos nuestros esfuerzos y nos
llenaron de impotencia, la forma en que ella vivió sus últimos días
fue completamente descuidada.
Sin
embargo, y a pesar de todo, la indignación pasa… El enojo pasa…
Porque
si se mira con cierto detenimiento, se logra ver que la vida es
sabia. Que la forma no fue la merecida, pero que el tiempo se encargó
de que ésta no se prolongara más de lo necesario. El tiempo se
encargó de que ella no sufriera ni se perdiera a sí misma en el
proceso. Recordándonos en la marcha que si ella se negó a vivir aquel
estilo de vida que mencionaba anteriormente, hasta su último
suspiro, nosotros también podemos. Cuando nadie más lo hizo, el tiempo se encargó de
cuidarla. ¿Qué otra opción nos queda allí que no sea aceptación
amorosa?
…
La
persona más significativa de mi vida siguió camino ese domingo.
Enfrentándome no solo a la primera experiencia de pérdida de mi
vida, sino a una pérdida de tal magnitud...
Algo
que sólo podía suceder en un día fuera del tiempo.
Volvió
a su Dios, a la conciencia colectiva, a la trama universal, al
TODO. Y que afortunado el tejido galáctico de haberte recibido, de
que hayas vuelto al origen, de haber recibido tal inyección de
genialidad, de amor incondicional, de pureza de corazón, de
inocencia, de asombro infantil y de pasión por la vida y por todo lo
VIVO. Porque tú fuiste todo eso, y en todas las vidas que tocaste en
tu recorrido por este mundo, dejaste una impronta única y clara.
Me
enseñaste lo que es el amor incondicional. La entrega y el cuidado.
Fui absolutamente privilegiada de haber sido tu nieta, de haber
recibido tu cariño y de que me hayas permitido ofrecerte mi
contención. Afortunada de haber experimentado un vínculo tan
profundo y complejo, que sólo nosotras sabíamos comprender.
Me
abraza una sensación cálida al recordar que nuestras últimas
conversaciones, casi inadvertidamente, no fueron triviales sino
sumamente trascendentales, sobre nuestro vínculo y sobre la vida. En
ellas compartimos música; hablamos de dejar que el tiempo cure, y
que el alma tenga la misma edad que la edad del cielo; nos
propusimos convocar la CALMA.
Cuando
ya no estuviste
consciente y
comprendí que estabas por
partir, no pude hacer otra
cosa que hacerte saber que te apoyaría en el camino que eligieras,
cualquiera fuera éste. Y cuando llegó el momento, no pude hacer
otra cosa que dejarte ir, no sin antes asegurarme
de decir todo lo que quería
que supieras. Si bien ya no estabas en ese cuerpo, se
que desde
algún lugar lo supiste escuchar
y recibir.
...
Ahora
nos toca
aprender a vivir con el dolor, hasta que éste pase de ser ESO que
está allí con nosotros permanentemente, a ser ESE ALGO MÁS que
sigue allí, pero que aprendió a convivir con todo lo otro que viaja
con nosotros también, en equilibrio.
Debemos
aprender a navegar estas
nuevas aguas en familia,
aunque no sepamos aún cómo. Todos lidiamos con la pérdida a
nuestra manera, tendremos que
aprender a amoldarnos y salir
adelante juntos.
La
abu, mi 'superabu'
como yo te llamaba, es
eterna. Está en todo y en todos los que la quisimos. Ahora nos deja
la enseñanza más compleja: aprender a vivir en su ausencia. ¿Cómo
hacer eso? Supongo que…
aprendiendo a reconocer su
presencia en su ausencia.
Leí
por ahí que el dolor demanda ser sentido… pues, bienvenido
dolor...
Te
quiero mucho, te adoro y te amo. Nos
vemos en mis
sueños.
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De
entre las nuevas vivencias que ésta pérdida me ha ofrecido, hoy
destacaría una de ellas: todos reaccionamos y nos relacionamos
diferente ante la muerte. Estos días he recibido muchas expresiones
de pésame, y en éstas he notado dos modalidades.
Por
un lado, me encontré con aquellos que se muestran invadidos por la
incomodidad de no saber qué decir. Algunos ofrecen un rápido pésame
y huyen de la situación. Otros intentan ofrecer consuelo, pero
irónicamente terminan siendo consolados por una misma. Y otros,
quizás desde una incapacidad de conectar con lo que la muerte
remueve en ellos y al encontrarse cara a cara con el duelo del otro, acuden a ofrecer lo que he denominado como “consejos no
solicitados” (y generalmente no ajustados a lo que una está
viviendo). Éstas personas ofrecen un largo monólogo, cargado de su
propia afectividad, donde aconsejan cómo manejar el dolor, el duelo
y la pérdida, pero sin escucharte realmente. Quizás algunos de sus
consejos sean casualmente acertados, pero generalmente éste no es el caso.
Entonces,
si puedo devolver algo hacia afuera, y comprendiendo que todos los
que se acercan lo hacen desde un interés de ayudar y ofrecer
consuelo, termine siendo éste ajustado o no, ofreceré yo hoy un
“consejo no solicitado”.
Escucha.
Si primero no escuchas qué está
sintiendo el otro, cómo está viviendo su pérdida o qué significa
ésta para éste, es muy difícil que puedas ofrecerle palabras de
consuelo o consejos ajustados a lo que está necesitando en ese
momento. Por más buena intención que poseas.
Es
entonces que también me tomo un momento para agradecer a la familia
de sangre y la familia de amigos, que en momentos como éste han
sabido acompañar desde el corazón, la escucha y/o simplemente el
silencio. Gracias por escuchar, abrazar, por preguntar “cómo te
apoyo”, por darme la oportunidad de pedir lo que necesito y por
ofrecer esas palabras tan acertadas que realmente necesitaba recibir.
Esa unidad no se puede comprar, inventar ni forzar.
Música
que ha sabido acompañado muy bien:
https://youtu.be/qy5Xo7HLlw0
– Hiatus Kaiyote: Tawk Tomahawk
Música
que me ofrecieron:
https://youtu.be/2pr4GYQbHLI
- Tool: Wings for Marie (Part 2)
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